Los hombres que no bailaban con las mujeres

Escena de la versión española del musical Fiebre del Sabado Noche
Escena de la versión española del musical Fiebre del Sabado Noche

No me gustan las discotecas. La música es demasiado estridente y prefiero disfrutar de una conversación en un sitio tranquilo antes que estar gritando al oído de la persona de al lado. “Claro que a la discoteca no se va a hablar, se va a bailar” me dicen.

Ignorando a los que van a ligar, una destacable mayoría, hay gente que baila al ritmo de la música y pasa un buen rato. Pero existe una minoría: no ligan, se aburren, no se dejan llevar por la música ymiran el reloj para huir y acoger la cama. Si se acercan a ellos y les animan a bailar, solo dirán “Es que yo no bailo…”

El no bailar puede ser debido a timidez, vergüenza o falta de ánimo; pero es interesante que busquemos un motivo para la gente que no baila, pero no para la que si lo hace. ¿Estamos biológicamente diseñados para bailar?

Bailar es una tarea extremadamente compleja, requiere un análisis completo de la música que estamos escuchando para detectar el ritmo y la pausa entre notas y, casi de manera simultanea, realizar un movimiento sincronizado con dicho ritmo. Este movimiento no tiene por qué ser un baile complejo, ya que este mismo proceso ocurre con acciones mas simples, como chasquear los dedos o mover los pies al ritmo de la música.

El neurocientífico Björn Merker ha demostrado que en el cerebro se activan varias áreas en común tanto cuando se escucha música como cuando escuchamos una voz (entre otras el área de Broca). Esto es lógico, ya que el lenguaje es un conjunto de fonemas usados de manera rítmica. Para entender a una persona cuando habla necesitamos comprender cuando se produce el cambio de una palabra a otra, la acentuación de las mismas, y la propia entonación, algo útila la hora de saber si nuestro interlocutor esta enfadado o alegre. De hecho Merker indica la posibilidad de que el lenguaje haya surgido a partir de la música, siendo esta mucho más antigua, de manera que nuestro cerebro ya estaba diseñado para entender la música antes que las palabras.

Si escuchamos un sonido cualquiera se activan regiones en la corteza auditiva del cerebro en cuestión de milisegundos, pero la apreciación musical es mas lenta y requiere unos segundos para poder empezar su análisis en una región especializada formada por regiones fronto-temporales.

Es un análisis bastante más complejo del que te enseñaron en la asignatura de música del instituto: tu cerebro capta la pausa que hay entre notas pero no es capaz de captar la nota en sí. En vez de saber que la nota que suena es Do, lo que realiza es un análisis comparativo: memoriza la diferencia de tono entre una nota y la siguiente. Por este motivo somos capaces de tararear una canción en diferentes octavas sin esfuerzo. Todo este proceso tiene lugar entre el córtex auditivo y la región frontal del cerebro. (Como curiosidad, un músico profesional ha memorizado cada nota y de manera inconsciente realiza la comparación para saber si lo que escucha es un Si o un Re, además tienen estas regiones mucho más desarrolladas que el resto de personas).

Aun así, una cosa es escuchar música y otra es bailar. Pues bien, parece que ambas cosas están unidas. Además de las regiones del procesamiento del ritmo se activan las regiones motoras del cerebro siguiendo el ritmo de la música, evocando patrones de movimiento de manera inconsciente. Gracias a esto somos capaces de chasquear los dedos o mover el pie acompañando a este ritmo. Se puede decir que el cerebro no solo disfruta de la música, sino que actúa como metrónomo para nosotros. Este hecho implica la posibilidad de usar la música mediante la estimulación del ritmo en pacientes con daño cerebral y en el tratamiento de pacientes con enfermedades del movimiento. Además, también se esta investigando el uso de terapias musicales para la depresión, el autismo, el estrés o la afasia.

En resumen, parece que somos seres musicales, tenemos la capacidad innata de disfrutar de la música y nuestro cerebro baila de manera inconsciente. Es interesante comprobar que no toda la música produce este efecto, la autentica pieza musical capaz de ser disfrutada debe tener un ritmo claramente definido y una estructura melódica, siendo ideal la música clásica, ya decía Buenafuente que es imposible bailar la música de los telediarios.

Así que, ¡menos excusas en la discoteca!. Las pruebas apuntan a que nacimos para bailar. ¡A disfrutar de la fiesta!

Para saber más:

  • Merker, B., 2000. Synchronous chorusing and human origins.In: Wallin,N.L., Merker, B., Brown, S. (Eds.), The Origins of Music. MIT Press,Cambridge, MA, pp. 315– 328.
  • Popescu, M., Otsuka, A., &Ioannides, A. A. (2004). Dynamics of brain activity in motor and frontal cortical areas during music listening : a magnetoencephalographic study. NeuroImage, 21, 1622-1638. doi:10.1016/j.neuroimage.2003.11.002
  • Soria-Urios G, Duque P, Garcia-Moreno JM. Música y cerebro (II): evidencias cerebrales del entrenamiento musical. Rev. Neurol 2011; 53: 739-46

2 comentarios en “Los hombres que no bailaban con las mujeres”

  1. Dani, en la sombra y aunque no sigamos tu blog a diario somos unos cuantos los que seguimos tu historia y vivencias y nos haces sentirnos orgullosos de la juventud de este país !!!

    ¡Un besazo y no cambies!

    Eva Sanz

    1. Muchas gracias por tu apoyo, Eva.

      Espero poder seguir acorde a tus espectativas durante mucho tiempo. Al menos hasta que deje de ser juventud 😉

      Dani

Deja un comentario